dejar de fumar

¿Fumar es un hábito social?

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La única razón por la que nos involucramos con el cigarro es la presión social de nuestros amigos. El único ‘plus’ que en algún momento tuvo el fumar, es que alguna vez se le consideró un hábito social, estaba de moda.
Hoy en día, hasta los propios fumadores lo consideran como algo antisocial y la mayoría están pensando en dejar de fumar.

Hace algunos años, el hombre fuerte fumaba. Si no fumabas, eras considerado como ‘no muy masculino’, y todos nos esforzábamos mucho para engancharnos.

En todos los bares, la mayoría de los hombres inhalaban y exhalaban humo orgullosamente. Había una nube permanente de humo en el aire, y todos los techos que no se repintaban con frecuencia, se ponían amarillos.
Ahora es todo lo contrario. Los hombres fuertes de hoy no necesitan fumar, no tienen que depender de una droga.

Con este cambio social, todos los fumadores hoy en día piensan seriamente en dejar de fumar, y al que fuma se le considera una persona débil.

La tendencia más significativa que he notado en los últimos años, es el creciente énfasis en el aspecto antisocial de fumar. Los días en que el cigarro era la insignia de la mujer sofisticada o del hombre macho se han ido para siempre.

Ahora todos saben que la única razón por la que los fumadores siguen fumando es porque han fracasado en el intento por dejar de fumar o porque tienen mucho miedo de intentarlo. A medida que los fumadores son bombardeados con información acerca de los riesgos para la salud, prohibiciones para fumar en lugares públicos y ataques de ex fumadores santurrones, sus costumbres están cambiando.

Recientemente, he observado situaciones, que recuerdo haber visto siendo niño, pero que no había visto en muchos años: fumadores poniendo la ceniza en sus manos o en sus bolsillos, porque se sienten muy apenados de pedir un cenicero.

Hace algún tiempo, estaba en la terraza de un restaurante. Era medianoche. Todos habían terminado de cenar. Era un momento en el que los cigarros y los puros hubieran sido algo habitual, pero nadie estaba fumando. Le pregunté al mesero: ‘¿Ya no está permitido fumar en la terraza?’ La respuesta fue: ‘Sí, sí está permitido.’ Pensé: ‘Qué extraño.

Sé que mucha gente ha dejado de fumar, pero debe haber algún fumador aquí.’ Eventualmente alguien prendió un cigarro en una esquina, el resultado fue una serie de lucecitas encendiéndose una a una, por todo el restaurante. Todos esos fumadores estaban sentados ahí, pensando: ‘No es posible que yo sea el único fumador aquí.’
Muchas personas hoy en día, salen del restaurante para poder fumar entre plato y plato.

En ocasiones sociales al aire libre, muchos, no sólo se disculpan con las personas en la misma mesa mientras fuman, sino que también miran alrededor para asegurarse que nadie se moleste. A medida de que, cada día, más y más fumadores abandonan el barco que se hunde, los que se quedan se angustian al pensar que van a ser los últimos.

¡NO PERMITAS QUE ESE ÚLTIMO SEAS TÚ!