Dejar de Fumar

¿FUMAMOS POR PLACER O POR NECESIDAD?

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¿FUMAMOS POR PLACER O POR NECESIDAD?

El engaño más grande de todos es que los fumadores disfrutan del cigarro. En las clínicas de Allen Carr, los fumadores por lo general comprenden bastante rápido que lo único que obtienes de un cigarro es un alivio temporal de la ansiedad de la nicotina y que, dado que cada cigarro provoca nuevamente el síndrome de abstinencia, el placer o el apoyo que proporcionan no es más que una ilusión. Sin embargo, muchas veces parecen incapaces de aplicar esta comprensión a su propia situación como fumadores y todavía creen que disfrutan de ciertos cigarros.

NINGÚN FUMADOR HA OBTENIDO NUNCA UN PLACER REAL DE FUMAR

Esta es una afirmación muy drástica. De todos los miles de millones de cigarros, puros y pipas que se han fumado a lo largo de generaciones, ¿cómo es posible que nadie haya obtenido un placer real? ¡Parece increíble! ¿Cómo es posible crear un engaño en una escala tan inmensa? Por más improbable que parezca, el hecho es que ES CIERTO.

Pregúntale a cualquier fumador si realmente siente placer al fumar cuando esté a la mitad de un cigarro. La respuesta más común será: “me gusta el sabor”. A pesar de ello, nuestro primer cigarro sabía tan mal que probablemente pensamos: “¿Cómo es posible que pueda gustarme esto?” Entonces, ¿por qué fumamos el segundo y el tercero?

Algunos fumadores aseguran que sabían que tenían que perseverar para adquirir el gusto. Pero, ¿por qué es necesario adquirir el gusto por algo que se supone que disfrutamos? Así es como funcionan las sustancias adictivas: te enganchan, luego adquieres el gusto… o mejor dicho, te vuelves inmune al sabor.

En un principio, cuando comenzamos a fumar, el síndrome de abstinencia y el alivio que se siente al volver a fumar son tan leves que ni siquiera estamos conscientes de su existencia. Cuando comenzamos a fumar con regularidad, pensamos que es porque lo disfrutamos o porque se ha convertido en “un hábito”. La verdad es que ya estamos enganchados, pero no nos damos cuenta. Hemos creado un pequeño monstruo de nicotina en nuestro interior y ahora tenemos que alimentarlo constantemente.

Lo importante es entender que:

FUMAR NO ES UN HÁBITO. ES UNA ADICCIÓN

Las palabras “hábito” y “adicción” con frecuencia se utilizan como sinónimos. La gente habla acerca del “hábito de consumir una droga”, pero es muy importante que seamos claros acerca de la distinción entre los dos términos.

Creo que si hubiera sabido la diferencia entre un hábito y una adicción, en lugar de que me hubieran hablado de lo poco saludable, sucio y caro que era fumar, nunca me hubiera convertido en adicto.

¿Por qué es tan importante la diferencia? Porque creer que fumar es un hábito, o en parte un hábito, involucra la suposición de que existe un placer genuino al fumar o que de alguna forma te ayuda. ¿De qué otra manera podríamos haberlo convertido en un hábito? Lo que es más, se nos seduce para que pensemos que, siempre y cuando no lo convirtamos en un hábito regular, podemos consumir un cigarro o un puro de vez en cuando, sin quedar enganchados. La mayoría de los fumadores que asisten a las clínicas de Allen Carr no necesitan más de una sesión para dejar de fumar definitivamente. En estas sesiones les preguntamos: “¿Por qué fumas?” La mayoría por lo general responde: “No sé. Supongo que se trata sólo de un hábito”. A menos que comprendas la diferencia entre un hábito y una adicción, no podrás comprender la naturaleza de la trampa y seguirás siendo vulnerable.

Nos han inculcado la idea de que fumar es un hábito y que los hábitos son difíciles de romper. Ninguna de estas creencias es cierta. Fumar no es un hábito, es una adicción y, en cualquier caso, si quieres romper un hábito, es sencillo. Caemos en hábitos, como hacer ciertas cosas a una hora determinada, porque hace que nuestras vidas sean más fáciles y por lo general no existe una razón para cambiarlos. He tenido el hábito de cepillarse los dientes antes de bañarme, cada mañana, desde que tengo memoria. Si quisiera romper ese hábito y cepillarlos después del baño, ¿sería difícil? ¡Por supuesto que no! Entonces, ¿por qué encontramos tan difícil romper un hábito que nos está matando, nos cuesta una fortuna, sabe espantoso y del que nos encantaría deshacerse? Después de todo, nadie nos obliga a hacerlo, no es un tic nervioso incontrolable y no es necesario pasar ninguna prueba. La respuesta es que no fumas por hábito, sino porque te encuentras en la trampa de la nicotina. La trampa es tan insidiosa que, aun si lo dejas durante años, en los buenos y en los malos momentos tu cerebro recuerda que los cigarros parecían darte un placer o apoyo y eso puede hacer que resurja la tentación de fumar otra vez.

Sin embargo, si entendemos completamente el método Easyway de Allen Carr, jamás te sentirás tentado. No digo que serás lo bastante fuerte para resistir la tentación. Me refiero a que no tendrás el menor deseo de fumar.

La fuerza que hace que los adictos sigan destruyéndose y llevando vidas miserables, la fuerza a la que llamamos adicción, ¡es el MIEDO! El miedo de no poder disfrutar o de hacerle frente a la vida sin un cigarro; el miedo de que pasarás por un trauma terrible para poder dejar de fumar; y el miedo de que tal vez nunca logres liberarte completamente del deseo de fumar.

Lo que los fumadores no saben es que el cigarro, lejos de aliviar estos miedos, los provoca. Los no fumadores no sufren estos miedos. El problema está en que esta trampa funciona al revés. Cuando no estás fumando, notas el vacío, la sensación de insatisfacción que tiene tu cuerpo cuando se elimina la nicotina. Cuando enciendes el cigarro, le das un alivio parcial y tu cerebro se engaña y cree que el cigarro es tu amigo. Cuanto más bajo caes, más te imaginas que necesitas tu falso apoyo y más dependiente de la droga te vuelves.

Los fumadores están condenados a perder. Cuando están fumando, desearían no tener que hacerlo. Es sólo cuando no pueden fumar cuando el cigarro les parece algo precioso. Sufren por un placer o un apoyo que en realidad no existe.

Suponiendo que seas un fumador, enciende ahora mismo un cigarro, inhala seis profundas y gloriosas bocanadas de humo y pregúntate qué es lo que encuentras tan preciado. ¿Qué es lo que realmente disfrutas del cigarro?