Y al fin descubrí que mal sabe el cigarro
Desde muy pequeño vi fumar a mi papá y a toda mi familia. Me hizo pensar que era algo natural y necesario para interactuar con otras personas; además, la publicidad y películas como James Bond, te ofrecen una imagen de que en medio de tanta sofisticación, smoking, mujeres bellas y hombres atractivos, el cigarro juega un papel importante. Fue así como concebí la idea de que fumar ayudaría a integrarme a la sociedad y mejoraría mi imagen, lo cual me motivaría, años más tarde, a probar un cigarro.
Una sensación extraña…
A la edad de 15 años probé mi primer cigarro; recuerdo que fue una sensación extraña, ya que el humo me lastimaba la garganta y me hacía toser repetidas veces; no fue hasta que un amigo tuvo que indicarme cómo hacerlo. A partir de ese momento que el cigarro me acompañaría en los momentos más importantes.
Con el tiempo, noté que el sabor de mis comidas favoritas no era igual, mi café era insípido, antes de dormir debía fumar, de lo contrario no me sentiría cómodo, también, cuando iba al baño. Lo único que creía que era provechoso es que ya formaba parte del círculo social de mi familia, tenía mejor relación con mis amigos, ya que si no se nos ocurría algo, encendíamos un cigarro para “romper el hielo”.
Me volví tan dependiente al cigarro, que ni el día de mi boda pude dejarlo, y así en todos los eventos sociales; fumaba durante mis horas de trabajo, mis hijos me veían fumar, sin importarme que tosieran por el humo… ¡todo me parecía tan normal!
Sin embargo, logré dejar de fumar
El día que descubrí que el cigarro tenía un mal sabor, fue cuando entendí que la dependencia por el tabaco era 99% mental y 1% física, ¡creía que al dejar de fumar me enfermaría! Temía a los síntomas de abstinencia y no entendía qué iba a ser de mí sin el tabaco.
Hasta que un día, mi esposa me sugirió que asistiera al curso de Allen Carr EasyWay antes de intentar otro método. Sabíamos de personas que utilizaban parches o inyecciones y seguían recayendo. Quisimos intentar algo diferente, de lo cual no me arrepiento.
Mi último cigarro fue el más amargo, insípido e innecesario. Gracias al curso, pude darme cuenta de lo mal que sabe. Una de las cosas que más me agradó del método Allen Carr, es que es impartido por personas altamente capacitadas y que entienden lo que estamos pasando; la sesión de hipnosis es una forma de reafirmar lo visto, de estimular tu mente y alentarte a experimentar tu nueva vida. En verdad, ¡fumas tu último cigarro!
Gracias al método Allen Carr, puedo saborear mi comida favorita, mi café es dulce, mis hijos no son fumadores pasivos, puedo ejercitarme con mejor condición, pero lo mejor, es que pude darme cuenta de que no se requiere de fumar para encajar con las demás personas, sino que importa tener decisión y confianza en un mismo; de ello depende que el método sea un éxito.
¿Tú también quieres alentar a los demás a dejar de fumar? ¿Crees en nuestro método?
Contáctanos y fuma tu último cigarro, ¡anímate!
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