Nicotina

¿Qué pasa cuando la nicotina entra en tu cuerpo?

Publicado en | por

Cada fumada que le das a un cigarro lleva al cerebro, a través de los pulmones, una pequeña dosis de nicotina que actúa con más rapidez que la dosis de heroína que se inyecta un heroinómano directo en la vena.

Si le das veinte fumadas a cada cigarro, entonces recibes veinte dosis de nicotina de cada cigarro.

La nicotina es una droga de acción rápida, y el nivel de nicotina en la sangre disminuye aproximadamente a la mitad a los treinta minutos luego de haber fumado un cigarro, y a una cuarta parte, después de una hora. Esto explica por qué la mayoría de los fumadores consume un promedio de veinte cigarros al día.

Tan pronto como el fumador apaga el cigarro, el cuerpo comienza a eliminar la nicotina rápidamente y el fumador empieza a sufrir la ansiedad provocada por la abstinencia de la nicotina.

Es importante eliminar la ilusión común que los fumadores tienen acerca de la ansiedad provocada por la abstinencia de la nicotina. Los fumadores creen que el terrible trauma por el que pasan cuando tratan, o se ven obligados, a dejar de fumar, es provocado por la abstinencia de la nicotina. En realidad, estos síntomas son psicológicos y se deben a que el fumador se siente privado de su placer o apoyo.

En realidad, las molestias provocadas por la abstinencia de la nicotina son tan suaves, que la mayoría de los fumadores viven y mueren sin siquiera darse cuenta de que son adictos.

No hay dolor físico en la abstinencia de la nicotina. Es sólo una sensación de vacío, de insatisfacción, de que algo falta, es por eso que muchos fumadores creen que tiene algo que ver con la sensación de no saber que hacer con las manos. Si la abstinencia se prolonga, el fumador se pone nervioso, se siente inseguro, intranquilo, con falta de confianza e irritable. Es como una especie de hambre, no por comida, sino por un veneno: LA NICOTINA.

A los siete segundos de haber encendido otro cigarro, el cuerpo recibe una nueva dosis de nicotina, y la ansiedad desaparece, lo que provoca la sensación de relajación y confianza que da el cigarro.

Al principio, cuando empezamos a fumar, la ansiedad y el alivio son tan suaves que ni siquiera nos damos cuenta de su existencia. Cuando empezamos a fumar con regularidad, pensamos que es porque hemos aprendido a disfrutarlo o porque hemos desarrollado el ‘hábito’ de hacerlo. La verdad es que ya estamos enganchados.

Todos los fumadores empiezan a fumar por razones tontas. Nadie necesita fumar. La única razón por la cual fumamos, ya sea mucho o poco, es para aliviar la ansiedad por la nicotina.

Lo más triste de todo es, que lo que en realidad disfruta un fumador cuando prende un cigarro, es tratar de regresar al estado de paz y tranquilidad que tuvo toda su vida, antes de que prendiera el primer cigarro.

Tienes la misma sensación cuando la alarma antirrobo de tu vecino ha estado sonando todo el día, o cualquier otra molestia constante. De pronto la alarma se apaga, y experimentas una maravillosa sensación de paz y tranquilidad. En realidad, no es paz; es acabar con la molestia.

Antes de empezar con la cadena de la nicotina, nuestros cuerpos están completos. Luego introducimos la nicotina a la fuerza en nuestro organismo y cada vez que apagamos un cigarro y el cuerpo empieza a eliminar la nicotina, empezamos a sentir los síntomas de la abstinencia de la nicotina. No es un dolor físico, sólo una sensación de vacío. Ni siquiera nos damos cuenta de esta sensación, sin embargo, es como una llave de agua mal cerrada que gotea dentro de nosotros. Nuestra mente racional no lo entiende. Y no necesita entenderlo. Todo lo que sabemos es que queremos otro cigarro, y cuando lo encendemos la ansiedad desaparece; de momento nos sentimos contentos y seguros otra vez, justo como nos sentíamos antes de prender el primer cigarro. Pero esta satisfacción no dura mucho, porque para calmar la ansiedad, tienes que meterle más nicotina al cuerpo. En cuanto apagas ese cigarro, la nicotina se empieza a eliminar y la ansiedad empieza de nuevo, y así continúa la cadena, para toda la vida: A MENOS DE QUE TÚ LA ROMPAS.